P E R S O N A L I D A D
|
|
|
Germán Valdés era toda una celebridad para 1949 y el dinero le corría a manos llenas, pero era despilfarrador debido a su carácter desprendido y bohemio, en una época en la que cobraba aproximadamente 250 mil pesos por película y un 25% de las utilidades netas.
Debido a ello se permitió lujos y extravagancias que compartía con amigos, hermanos y vivales aprovechados que le sacaban dinero con cualquier pretexto. Estrenaba Cadillacs una vez al año, y en ellos se paseaba por Acapulco visitando tanto cabarets de lujo como los de raspa de la Zona Roja. A su vez se hizo de una pequeña embarcación cuyo costo fue de 50 mil pesos, y después de su primer yate: "Tintavento" de 800 mil, al que una tormenta semidestruyó en Acapulco.
Germán Valdés tenía un carácter fuera de serie; siempre se le veía contento, bromeaba con con todo el mundo y, para él, los problemas no existían. Una de sus aficiones era fumar ocasionalmente un carrujo pequeño de marihuana en pleno rodaje, lo cual aceleraba su imaginación vivaz y desenfrenada. Entonces solía improvisar y ejecutar escenas de gran aliento cómico. Evidentemente estaba lejos de ser un adicto. Se trataba de un hombre que vivía con pasión, como otras personalidades de la categoría de Humphrey Bogart o Charlie Chaplin.
Era un caos; generalmente nunca desayunaba y, en los descansos de la filmación, invitaba tacos, tortas o lo que fuese a todo el equipo. Comía por igual en tepacherías y fonditas, que en restaurantes elegantes y sitios de moda como "El 33", ubicado en Avenida Juárez. Sin embargo, la metáfora de su impresionante escalada hacia la fama puede apreciarse durante su único encuentro con el ídolo Pedro Infante en También de dolor se canta.
|
|