Nace una estrella
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Su padre, don Rafael -El Chapo, como afectuosamente lo llamaban sus amigos-, conoció en Veracruz a don Pedro Meneses Hoyos, agente aduanal como él, quien pronto se convirtió en uno de los principales
promotores de la radio en la zona fronteriza. A principios de los años 30 ambos se reencontraron trabajando en la aduana y, justo, por aquella época, nació el menor de la dinastía Gómez Valdés. Fanatico del beisbol y
entusiasta de la radiodifusión, Meneses asistió al bautizo del niño a quien pusieron por nombre Manuel. De hecho, los dos mayores, Rafael y Germán, solían acompañar al gran amigo de su padre al
estadio local para presenciar los partidos. Más tarde improvisaban canciones con un viejo piano propiedad de este último.
En 1934 don Rafael se percató de que su hijo Germán no tenía cabeza para la escuela -terminó con dificultades la secundaria y la preparatoria, la cual dejó inconclusa-. Por ello le pidió a su amigo que le echara una
mano con él. Y así, don Pedro le encomendó como primer trabajo pegar etiquetas engomadas a los discos escuchados en la XEJ, imisora fundada por él mismo. A ésta siguieron las chambas de mandadero y barrendero. En aquél
entonces estaba por cumplir 19 años.
En la XEJ Germán se enfrentó al micrófono; se imaginaba que su voz traspasaba la ciudad y la frontera misma, para instalarse en las casas de pobres y ricos. También decía chistes e imitaba a sus jefes y amigos -entre
ellos al mismo Meneses- y, principalmente, a cantantes de la época como Agustín Lara, Juan Arvizu, Pedro Vargas o Toña 'La Negra', a quienes admiraba. Sus imitaciónes tenían tal gracia que hacia doblarse de risa a sus
hermanos y conocidos. En este espacio ocurrió todo. Sabía que había nacido para ese mundo imaginario y creador de ilusiónes: la radio; la actuación, la cantada parecía ser lo suyo.
Se inició interpretando en serio las canciónes de Agustín Lara y otros autores, pero su personalidad era tan divertida ques e decidió por la parodia. Así, en el pograma Tin Tin Larará, era acompañado al piano por
el maestro Salvador Hernández. El propio Germán y Meneses transformaban la letra de las canciónes en curiosos chistes cantados: "Mujer divina, tienes vibración de gelatina al andar". Así mismo anunciaba productos y una que
otra nota informativa en pareja con karl Schnabell o Carl Gregory.
Debido a la situación geográfica de Ciudad Juárez y a su gran población flotante -mezcla de mexicanos radicados en El Paso y de norteamericanos que trabajaban o cruzaban la frontera de manera cotidiana-, los anuncios se
leían en español y en inglés. Gracias a eso tuvo oportunidad de perfeccionar no sólo el idioma, sino de captar modismos y, a su vez, percatarse de esa insólita mezcla bicultural que se respiraba en la frontera.
Con veintitantos años encima, Germán Valdés se había instalado definitivamente como brillante cómico de la radio en Ciudad Juárez. Sin embargo, su espíritu inquieto y lúdico le llevaba por diversos rumbos. Sus escapadas a
la zona de El Paso y Los Angeles le dejó a conocer una extraña moda -que empezaba a surgir- que inquietaba a La Chiva (entonces le apodaban así, debido a la enorme barba que se habia dejado crecer). Se topó con ese curioso
síntoma de rebeldía impuesto por los jovenes chicanos, cuyos signos coincidian en buena medida con los extravagantes gustos del hijo más alocado de los Gómez Valdés-Castillo.
Enamoradizo como él solo, ya había contraído matrimonio con la joven estadounidense Magdalena Martínez, aunque oriunda de Ciudad Juárez y hermana de Lito Martínez, su amigo y compañero en el equípo de beisbol de la XEJ.
Tin Tan se enfrentó a otra proeza personal: tener a su primogénito, a quien la pareja puso por nombre Francisco Germán Valdés.
El teatro-estudio de la XEJ había ganado gran popularidad. Ahí se presentaban, además, algunas compañias teatrales; entre ellas, la formada por el empresario Jorge Maulmer y su medio hermano, el célebre ventrílocuo Paco Miller
-su verdadero nombre era Edmundo Hernández Guijón-, inseparable de su muñeco 'Don Roque', de cuya ironía nadie podía escapar. Miller tenía muy buena reputación en el ámbito artístico no sólo por sus espectáculos cómico-musicales,
sino por sus incursiones en la farsa política. De tal modo que no sólo los grandes actores y compañias bien organizadas representaban revistas de este corte.
En una de sus giras, a principios de 1970, Maulmer y Miller se toparon con un problema artístico en El Paso, Texas. Resuta que a uno de sus comediantes, a quien llamaban Don Nato (o Donato), se le impidió cruzar la frontera
ya que portaba unos carrujos de marihuana. Los empresarios y el administrador, don Alberto Salas Porras -quien conocía a Tin Tan-. solicitaron su presencia a través de su jefe, quien vio la gran oportunidad que necesitaba
Topillo Tapas (como le había bautizado recientemente). El ventrílocuo le propuso unirse a la caravana, y éste aceptó gustoso. Solo pidió un 'patiño' y que, a su vez, él fuera anunciado como El Pachuco
Topillo; es decir, el que hace trampas y relajos, una expresión tomada de sus escapadas al otro lado de la frontera.
Se entusiamó así con la caravana de artistas, entre quienes se encontraban Meche Barba y Marcelo Chávez, y allá en el 'otro laredo', éste y Meche sacaron chispas del escenario montando varias coreografías con trajes a la usanza
de los zoot suiters. Ellos eran pachucos que estaban de moda en aquellos tiempos, debido a los motines y enfrentamientos entre éstos y marines estadounidenses. Mientras soñaban con ver sus nombres en las grandes marquesinas
de aquellos imponentes teatros.
Inicialmente, como El Pachuco Topillo, conoció a quien se convertiría en su mero carnal del alma: Marcelo Chávez. Con él formó una pareja que enloqueció a públicos masivos, cantando, bailando swing o interpretando chistes de todos
los tonos y sabores.
Durante su gira por Estados Unidos, en aquellas calles angelinas y con un salario de cinco dólares diarios, Marcelo, Germán y Meche a veces ni siquiera tenían para la cena. Mataban el hambre viendo la película exhibida después de su
acto en el que Marcélo ponía la música, el Topillo cantaba y bailaba con su traje pachuco, y la rumbera le seguía el ritmo con tamaño copetón al estilo de las jovencitas chicanas que solían esconder en esa tremenda madeja de cabello
navajas o picahielos para apoyar a sus hombres.
Así, después de superar la difícil prueba de trastocarse en pachuco de los barrios donde imperaba esa moda y esa subcultura que atraía a los hijos de mexicanos nacidos allá, quiso también la suerte que Miller y su Hermano Maulmer le
quitaran los motes de Topillo y Chiva para bautizarlo como Tin Tan. Pero esa es otra leyenda digna de contarse con calma.
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